El peligro de la «cosecha propia»

He recibido una solicitud certificada donde una persona envía un escrito firmado, acompañando fotocopia de su DNI. A primera vista nada fuera de lo normal. Parecía la típica solicitud de ejercicio de algún derecho «eleopediano». Pero… ¡ay, amigo Félix, como dice la canción! ¡tú que pensabas que sólo iba a ser eso!

La cartita en cuestión incluye una declaración en las que el firmante indica que no quiere que se realicen diversos tratamientos de sus datos. Por apartados, muy bien estructurada, con explicaciones extensas: cesión de datos, análisis de perfiles, encuestas… No a todo. No a todos los tratamientos de datos posibles que se estuvieran desarrollando. Hasta ahí, curioso por el formato, pero nada más.

Sin embargo, el último párrafo de esa «declaración» dice lo siguiente. Literal, lo prometo:

Estas preferencias estarán vigentes mientras no las revoque expresamente por escrito, no siendo válida la revocación por la mera aceptación de un formulario o contrato en el que estén incluidas las cláusulas de aceptación de tratamiento de datos.

¿Mande…?

Como «Dios Google» lo sabe casi todo, porque prácticamente todo lo escrito está ya colgado en Internet, no he tenido más que poner un parrafito entre comillas para ver que se trata de este mismo escrito, que la empresa ONO utiliza para sus clientes en determinados casos de asistencia técnica. Le han quitado unos párrafos, y el firmante ha «perpetrado» de su propia cosecha el parrafito de marras.

Para que luego me queje de los del «coste cero», o de los aficionados a redactar «políticas de privacidad» en España.