La sala de los espejos

BBrotherLo que voy a transcribir a continuación procede de un documento de debate público titulado Un informe sobre la sociedad de la vigilancia, utilizado en septiembre de 2006 en la 28 Conferencia Internacional de Protección de Datos, organizada por la Comisión de Protección de Datos del Reino Unido, y a la que asistió una representación de la Agencia Española de Protección de Datos.

El documento es una inmejorable descripción de un hipotético escenario no muy lejano en el tiempo que nos podremos encontrar. He escogido el que parece más alejado de la realidad.

Me sorprende que la AEPD tan sólo se preocupase de colocar una nota de prensa en su web, y de “gestar” la Instrucción 1/2006 sobre videovigilancia, y que no facilitase más información sobre lo discutido allí.

Aunque la vigilancia está en todas partes en 2016, las personas, especialmente aquellas con un cierto nivel educativo o suficientemente adinerados para apreciarla o poder permitírsela, son cada vez más conscientes de ella y logran encontrar nuevas maneras de convivir con ella. Gareth Jones se ha suscrito a un servicio de gestión de la información personal que controla su “sombra de datos” en línea, corrige automáticamente información incorrecta contenida en las bases de datos públicas y en algunas de consumidores y le alerta de cualquier otro problema. Su costoso ordenador de mano también le permite bloquear mensajes publicitarios de los anunciantes. Pero, lamentablemente, no todo el mundo tiene la capacidad para acceder y modificar del mismo modo su información personal. Aquellos menos capacitados en la gestión de la información personal o con menores posibilidades para pagar a otros para que gestionen su información en su nombre se encuentran en seria desventaja. Los defensores de un acceso y cambio más fácil de la información personal en poder del estado y de las empresas privadas colaboradoras de éste han logrado que así sea, pero el acceso es uno de los numerosos factores que ahora están supeditados a poseer un carné de identidad. Esto ha dado lugar a un pulso cada vez más incómodo, y hasta ahora no resuelto, entre los ciudadanos y el estado sobre quién sabe qué, quién tiene la propiedad de los datos y quién tiene derecho a cambiarlos. Pero en 2016, la gente está más acostumbrada a observar que a ser observada. Muchos se ofrecen como voluntarios para que toda su vida sea vigilada o para el registro de sus actividades vitales (life logging), anotando casi todo lo que hacen para archivarlo o ponerlo directamente en línea en tiempo real. Existe una gran cantidad de vigilancia del vigilante por parte de defensores radicales que consideran que el estado “no hace lo suficiente” para controlar el terrorismo, la delincuencia y la inmigración ilegal con lo que han proliferado sitios web no oficiales de los “sospechosos”, lo que ha llevado a todo tipo de errores e identificaciones equivocadas. Inconformistas, artistas y surrealistas, todos juegan y resisten la vigilancia omnipresente por todo tipo de medios, incluida la inutilización de dispositivos de vigilancia públicos, el uso de tecnologías de “contravigilancia” que reflejan o contraatacan la vigilancia. A algunos activistas anticapitalistas, como a Aaron y a Ben, les gusta pasar las tardes de los sábados pegando láminas de aluminio altamente adhesivas y pequeños transmisores de microondas a pilas en las entradas de las tiendas para interferir las señales inalámbricas. El registro de las actividades vitales no es tan maravilloso como podría parecer y con aplicaciones de software cada vez más sofisticadas para la gestión de datos y producción de vídeos, vidas enteras se pueden ajustar o incluso crear de cero con fines que van desde el puro pasatiempo pasando por la subversión hasta el fraude. En 2016 cada vez existe un mayor número de sombras de datos totalmente virtuales, que no tienen un homólogo en la vida real, pero que parecen existir y son sujetos de la gestión de la información y la vigilancia en línea por parte de sistemas automatizados que trabajan silenciosa e invisiblemente, habitantes de una sala de espejos interminable…

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